“CRISTO NO SE PARA EN NUESTRO PECADO”
María Serrano, antigua alumna del Kolbe y periodista en TELVA, entrevista a Adam Woronowicz con motivo del estreno de la película “Dos Coronas”.
¿Qué ha significado para ti interpretar el papel de Kolbe?
Me ha supuesto un gran impacto, en primer lugar, porque yo creía que conocer bien la figura de Kolbe, pero en realidad apenas sabía nada. He redescubierto a este santo del siglo XX. Maximiliano Kolbe era un visionario, una persona fuera de su tiempo y de su época. Todo lo que hacía (como formar la Milicia de la Inmaculada) suponía algo nuevo. La película me ha hecho descubrir a una persona muy formada, culta y polivalente, que siendo muy joven ya soñaba con viajar al espacio. Encontrarme cara a cara con alguien así ha sido un impacto para mí, porque antes sólo me imaginaba a un anciano con el pijama del campo de concentración.
¿De dónde nace la idea de hacer una película así?
La iniciativa parte de la visita del Papa Francisco a Auschwitz en el marco de la Jornada Mundial de la Juventud de Cracovia, en 2016. Durante aquella visita, el Papa entró en silencio en la celda de Kolbe y estuvo rezando un buen rato mientras los periodistas grababan desde fuera, preguntándose por qué habría elegido esa celda en concreto. Fue entonces cuando la gente se empezó a preguntar sobre la figura de Maximiliano Kolbe, de modo que esta película quiere responder esa pregunta. ¿Quién fue y quién sigue siendo para nosotros hoy?
¿Te has preparado de alguna forma especial para realizar este papel, acudiste tú también a Auschwitz?
No se puede interpretar este personaje sin preparación. Es un papel, un trabajo que requiere un viaje espiritual, un camino hacia “el interior” de uno para poder responder adecuadamente a las preguntas sobre su vida. Pero este viaje mío no terminó cuando acabamos de rodar la película, sino que sigue aún ahora, contestando estas preguntas.
¿Tiene sentido hacer cine religioso en esta época?
Estoy seguro de que esta película no agota todo lo que se podría decir sobre el padre Kolbe. Es sólo un comienzo, porque su vida se puede abordar desde muchos ángulos. Lo que está claro es que hay mucha necesidad de hacer cine religioso, un cine de reflexión sobre el ser humano. En mi trabajo como actor percibo cómo, en demasiadas ocasiones, nos centramos sólo en la parte oscura del hombre.
¿Crees que existen los milagros?
Estoy convencido de que ahora mismo, en este mismo instante, están ocurriendo miles de milagros. El amor, que siempre vence, es ya un milagro.
Parece que la figura de Maximiliano Kolbe es inalcanzable: es un héroe que dio la vida por otros. Sin embargo según este modelo de santidad, ¿todos podríamos ser santos?
Sin duda. Kolbe fue un santo y un héroe, pero también un modelo de la lucha contra el comunismo. No era precisamente una persona con un carácter fácil y afable: era duro, muy exigente consigo mismo y con los demás. Era extremadamente nervioso y buscaba siempre la excelencia: un ejemplo que se ve en la película era su obsesión por tener las mejores máquinas de imprenta… algo para lo que tuvo que reducir “ligeramente” el régimen de comidas de los monjes. No fue una medida muy popular… en el convento de Niepokalanów le llamaban “Max el loco”, pero a él no le importaba demasiado tener a los demás en su contra: era una personalidad irrepetible, con una tenacidad que provenía del convencimiento de que tenía que ganar el mundo para la Inmaculada.
Por otra parte, la devoción a la Virgen es una característica común a todos los polacos: hemos sido muy maltratados por la historia (también porque nos lo hemos buscado) y siempre hemos acudido a Ella.
En el encuentro con los alumnos del Colegio Internacional Kolbe dijiste que para nosotros el pecado es un problema, pero que para Dios no lo es. ¿Por qué quisiste ahondar en este aspecto?
Estábamos hablando de Etty Hillesum, la judía holandesa que, a pesar de haber abortado, vio como Dios hizo cosas grandes en su vida. Para nosotros muchas veces el pecado imposibilita la bondad y nos repugna: pero Dios no se siente del mismo modo hacia nosotros. En el año de la Misericordia, el Papa invitó a todo el mundo a la confesión, afirmando que no hay ningún pecado que Dios no pueda perdonar. Y entonces los confesonarios se llenaron: quizá se debe a que en realidad la gente no sabe que Dios le perdona todo. La Iglesia está abierta para todos, aunque no nos sintamos limpios. Otra cosa es que no podamos comulgar. La misericordia es esta locura, es un escándalo. Yo diría que el mismo Evangelio es escandaloso: hay prostitutas, adúlteros, pecadores…¡no es que esté lleno de santos! Los apóstoles se escapan, uno traiciona a Cristo y se ahorca, y sus amigos se encierran por miedo: así son los inicios de la Iglesia.
Cuando leo el Nuevo Testamento ahora me da la impresión de que antes no lo entendía: ahora comprendo que los pecadores serán los primeros en el Reino de los Cielos. Esto es una gran lección de humildad. Las puertas de la misericordia están abiertas para siempre; para Dios no existe el tiempo, Él está disponible siempre. La diferencia entre un santo y nosotros es que el santo ya ha entendido esto. Y si hay un Dios que nos está esperando siempre, lo único que tenemos que hacer nosotros es permanecer abiertos, atentos.