DICEN DE NOSOTROS | LIDIA VERDES
Lidia Verdes, profesora de prácticas en el Colegio Kolbe, nos cuenta su experiencia.
Soy Licenciada en Ingeniería Técnica Industrial de Química y en Ciencias Ambientales en la Universidad Politécnica de Madrid. Mi último año de carrera estuve de Erasmus en Holanda, en concreto en Leeuwarden, donde vivo desde hace 7 años. Durante la carrera tuve una experiencia laboral como ingeniero durante unos meses en los que me di cuenta de que el trabajo de oficina no era lo mío. Siempre he querido ser profesora y disfruto con el trato humano. Por esta razón, cuando después de mi año de Erasmus me ofrecieron la oportunidad de trabajar en un Colegio Internacional en Holanda, no me lo pensé. Se trataba de un internado con metodología Cambridge, donde comencé dando clases particulares de Química y Matemáticas, como apoyo y por las tardes. La experiencia fue excelente para mí y para el colegio, por lo que enseguida me propusieron empezar a dar clases en inglés a las etapas de Secundaria y Bachillerato.
El año pasado, cuando se cumplían cinco años impartiendo clases en este colegio, me propusieron obtener la titulación específica para hacerme profesora, y decidí cursarlo online en una universidad española. Normalmente se trata de unas prácticas de 200 horas que en mi caso se reducían a la mitad al llevar tanto tiempo dando clases. Finalmente me decanté por la Universidad Alfonso X, ya que quería hacer las prácticas en un colegio de mi país que tuviera un carácter internacional y estuviera cerca de casa.
En el Colegio Kolbe estoy como profesora en prácticas de Física y Química, con los seis grupos que hay desde 1.º de E.S.O. hasta 2.º de Bachillerato. Trabajo con Javier Spínola y con Raquel Álvarez. Desde que llegué, me he sentido muy bien tratada y me he dado cuenta de que el ambiente que se respira entre los profesores es muy positivo, va más allá del que uno esperaría entre compañeros de trabajo: se conocen, se preocupan unos por otros, y te incluyen, haciéndote sentir como si llevaras aquí toda la vida. Un momento que me gusta especialmente y que en Holanda no he tenido nunca es el desayuno compartido, que es un rato de encuentro fantástico donde se charla con todos, se hacen bromas… y la comida es muy buena,¡me voy con 3 kgs de más!
De donde yo vengo, las clases son más pequeñas que en el Kolbe, de 15 alumnos como máximo. En total el colegio tiene 100 alumnos entre los 3 y los 18 años. Yo creía que con una clase pequeña se podía llegar mejor a los alumnos, estar más pendiente de cada uno, pero en mi experiencia aquí he visto que con 28 alumnos es perfectamente posible tener motivado al grupo: los chicos hacen preguntas constantemente, y los profesores se dan cuenta muy rápido si alguien está distraído. Pensaba también que el uso del iPad sería un elemento distractor, siempre había desconfiado de este tipo de herramienta, pero he visto que no es así, y que los alumnos se involucran y participan mucho más que en mis clases.
En Holanda, los chicos se dirigían a mi llamándome por mi apellido:”Miss Verdes”, como muestra de respeto. Aquí en el Kolbe me he dado cuenta de que el hecho de que te llamen por el nombre de pila no significa que te tengan menos respeto, y desde luego favorece que el trato sea más cercano. Eso es algo que me llama especialmente la atención porque en Holanda todo el mundo se da la mano cuando se conoce, y aquí me saluda todo el mundo con dos besos.
Las clases son más cortas en los colegios españoles que en Holanda, donde duraban una hora completa, que se hace largo para todos. En el Kolbe, no veo entre los alumnos a chicos aislados durante la clase. Se intenta formar siempre grupos diferentes, y a ellos se les ve motivados. Los de 1.º de la E.S.O siempre levantan la mano para contestar, o se ofrecen para borrar la pizarra o están dispuestos a participar. Y en 3.º, por ejemplo, son muchísimos los que han escogido Física y Química para el año que viene. Pienso que todo esto quiere decir algo.
Me ha supuesto un ejemplo la forma de dar clase de Javier y Raquel. Consiguen hacer las clases muy amenas, a ratos hasta divertidas, pero lo más importante es que se preocupan por los alumnos de verdad. Veo que les importan, que les conocen perfectamente, que les interesan sus resultados académicos y sus porqués, les interesan sus vidas, por qué no aprueban, en qué momento están. La relación que hay con los alumnos es muy cercana. Creo que los profesores de este colegio enseñan por vocación, que les gusta lo que hacen, y los alumnos lo perciben perfectamente.
En el día a día veo que Javier, con quien trabajo, tiene mucha paciencia, que no pierde nunca la compostura. Cuando tiene que regañar a un alumno, lo lleva aparte, no lo hace delante de todos. Pienso que esto hace que el alumno respete al profesor y se mantenga motivado e interesado. Se nota que le gusta su asignatura, que disfruta enseñando, facilitando la comprensión a los alumnos a través de la asociación de la asignatura con conceptos que a ellos les interesan o les son más familiares. En Física por ejemplo, si estamos viendo algo relacionado con el radio de la tierra, él saca a colación a los astronautas para ganarse su atención.
Raquel es una excelente persona y gran profesional, que enseña por vocación, y eso se nota en cada una de sus clases. Pone mucho entusiasmo y positivismo en lo que hace, pero es estricta cuando tiene que serlo, porque una cosa no está reñida con la otra. Se gana el cariño de los alumnos y resulta muy cercana, lo veo porque todos la buscan y la saludan fuera del aula, se hace querer. Tiene mucho sentido del humor, y eso hace las clases muy amenas. Utiliza distintas herramientas, como trabajos en grupo, presentaciones o vídeos que hacen que los alumnos se “enganchen” y participen en clase.
Ha sido un placer poder participar en las clases de Javier y Raquel, he aprendido muchísimo con ellos y les agradezco mucho su amabilidad y cariño. Como resumen, quiero decir que la experiencia en el Colegio Kolbe ha sido muy positiva y que me da mucha pena irme. Hace años comencé a dar clases con muchísima ilusión y ganas, y acepté todas las asignaturas que me proponían. Fue una temporada de llegar a casa muy tarde y dormir poco, y todo esto influyó en mi rendimiento llegado a un punto: físicamente no podía más y perdí motivación. Experimenté verdadero estrés laboral. Venir a este colegio me ha hecho recuperar la ilusión, venir a trabajar con muchísimas ganas. Ahora sé que esto es lo que quiero.