ACEBOS

ACEBOS

La luz del invierno | Manuel Folgado

En enero anda la luz a tientas por las tierras antiguas del invierno, amaneciendo cada día encorvada por el peso del frío. Las umbrías, envidiando a las solanas, permanecen silenciosas en el hielo y en el verde húmedo del musgo, viviendo en un universo de sombras largas. Pero, a pesar del desamparo del frío que quebranta y barre los bosques, algo verdea y se muestra pleno en el oscurecer del tiempo, los acebos.

La exigua luz de enero parece insuficiente, pero habita y se multiplica en los mundos quietos y acogedores de la acebeda, arrullada por hojas de verde severo. Acebos en el invierno, acebos que brillan cuando el resto se apaga. Acebos que viven en un tiempo crudo que pasa, pero que dura y se aprovecha. Momento que no se convierte solo en recuerdo, sino que volverá a ocurrir en el próximo invierno y se volverá a aprovechar, porque seguramente todo lo que sucede en la naturaleza, sucede de forma necesaria y sutil. Así está hecho el reiterado paso de las estaciones, se puede conocer. Este suceder recurrente de los tiempos es tranquilizador porque se convierte en certeza, como decía Rachel L. Carson:

Hay algo infinitamente reparador en el reiterado ritmo de la naturaleza, la garantía de que el amanecer llega tras la noche, y la primavera tras el invierno.”

Los acebos son una certeza en el tiempo desolado y gris de enero, sus bayas son un símbolo de la continuidad en épocas de dureza y escasez. Tienen una belleza primigenia, casi irreal. Son un consuelo arbóreo que va más allá, pues son los encargados de la trasmisión de la existencia, porque generosos, regalan una oportunidad de supervivencia a los moradores de los bosques. Sus formaciones se convierten en un ofertorio invernal, en espacios ceremoniales donde celebrar un milagro vegetal que sujeta la vida en medio de un paisaje en el que parece no haber nada. Acebos verdes y lustrosos, espinosos solo hasta donde llega la boca del ciervo, están bien hechos, brillando vivos en una arquitectura perfecta y económica. Reservados, pero orgullosos, en esta época del año son lo sustancial. Un elemento esencial, visible en esa luz invernal que únicamente ellos reflejan.

 Sobre los bosques de acebos

En los bosques caducifolios, sin hojas, ni alimento, el acebo es una de las pocas plantas que sigue manteniendo su follaje. Además, madura una gran abundancia de frutos en pleno invierno. Esta especie aporta un valor imprescindible en la protección y alimento para una gran cantidad de especies animales. La vinculación de esta especie con el invierno desborda a la propia estación para convertirse en un pilar básico de la vida salvaje en los bosques de hoja caduca, en las zonas de montaña o en las formaciones ribera. En enero, la dependencia que algunas especies animales tienen del acebo es casi absoluta.

El bosque de acebos suele ser denso, dentro de la acebeda el frío es menor, hasta cinco grados de temperatura más que fuera.  La espesura de sus  apretadas hojas deja el suelo libre de nieve y hace de eficaz cortavientos. Por eso, jabalíes, corzos y otros habitantes invernales pasan días enteros dentro de la espesa formación. Es un espacio privilegiado para ver fauna en esta época. Sus hojas brillantes sirven de alimento a grandes herbívoros mientras que sus frutos rojos alimentan a una gran cantidad de aves como  zorzales, mirlos, petirrojos o los escasos urogallos del norte.  Estas aves a la vez, se convierten en grandes aliados del acebo, pues dispersan sus semillas y las depositan listas para germinar.

Ha sido utilizado tradicionalmente como planta protectora, Plinio cuenta que los acebos eran plantados cerca de las casas para proteger a los animales de las cuadras y para ahuyentar el rayo. Sus ramas han sido utilizadas tanto para decorar las casas en Navidad, como para la celebración del Domingo de Ramos.

Dónde verlos

Son relativamente comunes en el norte de la península, siempre en lugares umbrosos, húmedos y frescos. Estos son algunos de los lugares más significativos de estas formaciones vegetales:

Más cerca

En el Sistema Central podemos encontrar algunas formaciones extensas e interesantes de esta especie, también es posible encontrarlos de forma aislada en pinares silvestres, robledales, en los relictos hayedos y bosques de ribera de toda la Sierra de Guadarrama.

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