LA NECESIDAD VENCE EL MIEDO AL COVID EN VENEZUELA
Con un salario que no llega a 3$ mensuales, los profesores del Colegio Ntra. Sra. de la Concordia pueden comprar únicamente un cartón de huevos, un saco de harina o uno de arroz. En El Tocuyo hay cortes eléctricos de 5 a 7 horas diarias y apenas disponen de gas doméstico. Todos los días hay que salir de casa para trabajar y poder comprar algo de comer. Las directoras de nuestro “colegio hermano” nos cuentan cómo lo están viviendo.
¿Cómo se suma esta precariedad que estáis viviendo en Venezuela a la pandemia global?
Vivimos un momento donde no vale tener miedo al Covid, porque para conseguir alimentos hay que salir todos los días de casa a ver qué se puede comprar para comer, ya que no tenemos suficiente dinero. Las colas de personas son largas y el distanciamiento apenas se respeta. Tenemos un horario de salida a la calle y el comercio funciona hasta la 1:00pm. Por otra parte, hay que salir a trabajar para tener algún ingreso porque, aunque en realidad no nos alcanza para mucho, quedarnos en casa es aún peor: nuestro trabajo nos hace sentir dignos y útiles, manteniendo la esperanza de que esto cambiará.”
¿Y la situación sanitaria en El Tocuyo?
Las pruebas de COVID ni las hay, las que existen en su mayoría salen erróneas, no sabemos si en realidad es COVID u otro virus. En los hospitales y sobre todo aquí en El Tocuyo, no hay insumos tales como oxígeno, no hay posibilidad que seamos atendidos adecuadamente. Por ser pueblo carecemos de muchos servicios y recursos, entre ellos el servicio de una ambulancia por falta de gasolina. Las emergencias son atendidas en el hospital de la capital del Estado Lara, que queda a una hora de distancia de nuestro pueblo. Hay algunos coches particulares que hacen los traslados y cobran hasta 100$, por lo que muchos no logran conseguir el dinero. Otros logran reunir el dinero entre muchas personas que hacen aportaciones particulares.”
Hemos visto en los medios las colas para conseguir gasolina en Venezuela…
Para el suministro de gasolina hay que pasar de 8 a 30 días haciendo cola en la calle y durmiendo dentro de los coches, no se sabe cuándo llega el suministro y hay una aglomeración de personas muy grande, lo que trae como consecuencia la pérdida de días de trabajo. Las estaciones de gasolina están controladas por militares y personas que pertenecen a organizaciones civiles llamadas comunas, que cobran hasta 10 dólares por dejar pasar a un coche antes de que se acabe la gasolina, o para que, sencillamente, no espere la cola. Debido a la escasez se vende clandestinamente la gasolina a 4$ el litro, cuando nuestro salario no llega a 3$.
¿Y qué hay de la educación?
Varios profesores trabajan en otras cosas que les generan ingresos para comer, pero no renuncian a educar. Por las tardes, pasan por las casas de sus alumnos y les dejan tarea para varios días, hasta que puedan volver a verles. En nuestro país, hoy en día, la docencia no es un trabajo, sino una donación de uno mismo, un apostolado, una obra de caridad que llega hasta nuestros niños. Esto despierta y mantiene nuestra alegría y esperanza: no renunciamos a las sonrisas y miradas de nuestros estudiantes, niños y jóvenes.
El 18 de septiembre convocamos a todo el personal de nuestro colegio y nos sorprendió que acudieran todos, con una disponibilidad y sentido de pertenencia conmovedor. Iniciamos el encuentro preguntándoles: ¿Cómo os sentís?¿Qué estáis haciendo para comer?¿Por qué estáis hoy aquí apostando por la educación? Y nos encontramos con respuestas como : “No renunciamos a la educación porque esta pasión la llevamos en el corazón y aquí hemos encontrado una familia” o “No nos vamos porque aquí en el colegio hay algo que nos atrae y no lo encontramos en otro lugar”. En el Colegio no contamos con suficientes recursos para decirles: “vamos a incrementar vuestros salarios”. Solo les podemos ofrecer nuestra cercanía y apoyarles en promocionar sus mini-emprendimientos, interesarnos por su salud y compartir su drama familiar.
No sabemos cuál es el futuro de la educación venezolana, pero hemos empezado a hacer colectas para comprar equipos inteligentes a los profesores que carecen de ellos y así garantizar la relación con los padres y estudiantes a través de la educación a distancia. Los salarios no alcanzan para mantener un saldo positivo en el móvil, pero confiamos en que, al poner todo lo que está a nuestro alcance, lo demás vendrá por añadidura.
¿Cómo conseguís tener ánimo en medio de todo esto?
Lo que no han logrado es robarnos la alegría. Hemos aprendido abrazar la realidad y experimentar la misericordia de Dios entre nosotros, porque no hay otra explicación al hecho de que ganando 3$ al mes podamos tener algo que comer en la mesa. Somos los primeros sorprendidos cuando esto ocurre, vivimos intensamente el presente y el mañana se lo dejamos a la voluntad de Dios. Nuestra vida depende de Otro, no de nuestras fuerzas, y esto es evidente con cada circunstancia que vivimos. Estas circunstancias nos han permitido fortalecer nuestra vida comunitaria, ya no pensamos en un “yo” sino en un “nosotros”.
Queremos dar también gracias a la Gran Familia y Comunidad Educativa del Colegio Kolbe que nos hace evidente la Divina Providencia. Dios le conceda el ciento por uno.”