ALMENDROS
Despertares, la flor del almendro | Manuel Folgado
Las frías noches de febrero amanecen con serenas mañanas todavía invernales, pero la luz ya se abre paso entre las nieblas matinales, es tiempo de despertares.
Despertares como los de algunas aves rapaces que comienzan a estar enceladas o los de los bandos alados de pequeños pájaros invernantes, que empiezan a deshacerse para establecer lazos nupciales. Mientras que llegan del sur exóticos visitantes como el críalo o el milano negro, también es época de despedidas. Zorzales, grullas, palomas torcaces o avefrías se agrupan para empezar a desandar los caminos del cielo que los trajeron hasta nuestras dehesas y campos. Febrero vive en un trajín de idas y venidas sobre la intemperie de las sementeras y las tierras labrantías.
Pero febrero es ante todo la flor temprana que ofrece el almendro casi sin avisar en la mañana inaugural de un lindero, de un jardín o de un campo de labor. Y entonces la primavera queda anunciada, aunque los hielos todavía opriman el aire y la luz aún viaje con el frío. Es un presagio valiente del renacer de lo que está dormido.
Seguramente, las flores del almendro sean el incierto traje del primer ofrecimiento de la primavera, la primera estampa que queda retenida en la mirada después de un tiempo de grisácea desnudez. El almendro es osadía tierna y atrevimiento que reclama desafiante con delicadas flores el final del invierno.
“A la primera luz que viento mueve, Trágico ruiseñor en la ribera, Joven almendro erró la primavera, Y, anticipado, a florecer se atreve.” Lope de Vega
La floración del almendro es muchas veces derrotada por heladas tardías y entonces, las flores no cumplen aparentemente su misión vegetal por nacer demasiado valientes, demasiado tempranas. Sin embargo, eso no les impide ser un acontecimiento que provoca el despertar de la mirada y un signo anuncia la plenitud de un tiempo que está por venir. Acaso sea esta su verdadera misión.
Sobre el almendro
El almendro es un árbol conocido y cultivado por el hombre desde la Edad Antigua, es mencionado por persas, fenicios, egipcios, griegos o hebreos. Además de servir de alimento tiene numerosos usos medicinales, cosméticos, ornamentales o religiosos.
La flor y el fruto del almendro han estado presentes desde antiguo en las primeras culturas. En hebreo, almendra es: shâquêd que significa “luz” y “quien despierta”. En la iconografía medieval del arte bizantino y románico, es frecuente ver a Jesús, la Virgen o los santos representados dentro de una mandorla de dos vértices, uno apuntando al cielo y otro a la tierra. Mandorla viene del italiano, significa almendra y muestra la conexión entre los mundos terrenal y celestial.
El cultivo del almendro es común en huertos, parques, campos, lindes, incluso se puede ver asilvestrado en cunetas o terrenos de labranza abandonados. Existen lugares donde se cultiva de modo intensivo y es más fácil apreciar su floración.
Dónde verlos
El almendro no forma bosques naturales, es un cultivo del hombre. Por eso para encontrarlos hay que visitar jardines o campos de labor. Febrero es un buen mes con el motivo de la floración temprana de esta especie para visitar los bellos jardines históricos que existen en Madrid. Uno de ellos sorprende al visitante porque muestra ahora especialmente la espectacularidad de unos 1.500 almendros en todo su esplendor: se trata de la Quinta de los Molinos
También existen almendros pero en menor proporción en otros sorprendentes jardines históricos que son espacios de contemplación donde observar otras muchas especies y obras de arte al aire libre.
Más lejos:
El espectáculo de la floración a gran escala se puede observar en los cultivos de enorme extensión de algunos lugares como: